La pirámide de cristal de Louvre se ha transformado en un impresionante invernadero lleno de «delphiniums» azules para albergar la última colección primavera-verano de Raf Simons para Dior. Una colección sencilla, ligera y sensual de de inspiración victoriana.
Sobre la pasarela pudimos ver conjuntos de tops y shorts en algodón blanco, que recuerdan a la ropa infantil y que fueron combinadas con estrictas blazers negras, saharianas y parkas a rayas verticales. Tampoco faltaron versiones de la chaqueta «bar», uno de los signos de la firma y del «New Look» de los años 1940-1950. La masculinidad también estuvo presente con trajes masculinos con rayas horizontales y cortes sensuales. Los vestidos se convirtieron en delicadas y ligeras gasas que dejaban entrever los forros interiores. Tampoco faltaron jerséis de punto con flores, combinados con ceñidas faldas de gasa blanca y finos cinturones en negro.
Casi toda la colección se basa en blancos y negros, intercalando tonos pastel en los vestidos de gasa y contrastando con alguna pincelada de magenta o azul eléctrico.
Los complementos se componen de zapatos planos y con tacón redondo acabados en punta y con una lazada en charol negro, blanco y beige diseñados por Francesco Russo y gargantillas pegadas al cuello de flores o con piedras preciosas. Los bolsos de asas, redondos y con cadenas en distintos materiales como el cuero o los tejidos metálicos han aportado color a cada look en azules, naranjas, negros, blancos, amarilos, rojos o marrones.