¿Hasta dónde nos van a exprimir? El FOMO y los precios dinámicos están arruinando la música en vivo

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La música en vivo siempre ha sido nuestra religión. Pero ahora, cada vez que anuncian una gira, sentimos más ansiedad que emoción. Y no es casualidad: el FOMO (ese miedo constante a perdernos algo) nos tiene atrapados… y las grandes plataformas lo saben.

Precios dinámicos: la nueva trampa

Hoy, conseguir una entrada ya no depende de estar atento: depende de cuánto dinero estés dispuesto a dejarte. ¿El culpable? Los malditos precios dinámicos. Un sistema “inteligente” que sube el precio de las entradas en tiempo real según la demanda. Como si fuéramos en un avión low-cost, pero peor.

¿Querías ver a Taylor Swift? ¿Bad Bunny? ¿Travis Scott? ¡Suerte pagando 500 euros para estar en la última fila! Porque mientras nosotros peleamos por no quedarnos fuera, ellos nos ven como cifras en un Excel.

El FOMO nos tiene atrapados

El sistema está diseñado para que compremos rápido, con miedo, sin pensar. Cada clic que das, el precio sube un poco más. Cada minuto que dudas, tu entrada cuesta 50 euros más.

Y claro, la Gen-Z —la generación que más vive conectada, que más siente la presión de no perderse nada— es la que más sufre esta trampa.

¿Música para todos? No si no puedes pagarla

Nos dicen que la música es “para todos”, pero si no tienes 300 euros ahorrados o una tarjeta de crédito enloquecida, te quedas fuera. Así de simple.

El FOMO no solo nos vacía los bolsillos, también nos destroza mentalmente. Comprar una entrada ya no es ilusión, es ansiedad. Es competir contra miles de bots, contra reventas legales disfrazadas de marketing, contra plataformas que se inventan “experiencias VIP” a precio de riñón.

Johnny Cruz

¿Hasta cuándo vamos a aceptarlo?

Nos están quitando el placer de ver a nuestros ídolos en directo. Nos están obligando a normalizar precios imposibles.

La música en vivo no debería ser un privilegio de ricos. No deberíamos necesitar endeudarnos para vivir el concierto de nuestra vida. Quizá va siendo hora de que, como generación, dejemos de correr detrás del FOMO y empecemos a plantarnos.

No somos números. Somos fans. Y sin fans, no hay música que valga.

Michaels Mads
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