El paso de Billie Eilish por Barcelona

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Hit me Hard and Soft Tour

Barcelona fue testigo del paso de la estrella californiana Billie Eilish y su Hit Me Hard and Soft Tour, con dos noches completamente sold out en el Palau Sant Jordi (14 y 15 de junio), que reunieron a más de 36.000 fans dispuestos a corear, emocionarse y sentir cada canción.

Eilish volvió a la ciudad que la vio debutar en 2019, ahora con una estética más afilada y una energía que oscila entre la autoexploración y el estallido total.

Fuente: © Michaels Mads

Una escenografía pensada para abrazar

El escenario 360° —ubicado justo en el centro del recinto— fue una decisión valiente, pensada para acercar a Billie a todas las gradas. La estructura permitía que la artista se moviera libremente por pasarelas que la conectaban con su gente. Alrededor, pantallas flotantes, fuegos artificiales, luces robóticas, rayos láser. Todo orquestado y coreografiado con una precisión admirable.

Sin embargo, este formato también dejó al descubierto una falla acústica relevante: la disposición del público en formato 270° generó un hueco sonoro donde el sonido rebotaba sin absorberse, creando efectos extraños en ciertas frecuencias, especialmente durante los temas más electrónicos como Oxytocin o Ilomilo. Este fenómeno dejó una sensación rara, como de eco espacial, que empañó levemente la experiencia. Es un punto a mejorar para futuros shows con esta distribución en el Palau Sant Jordi.

Además Billie se grabó a sí misma con su móvil durante el concierto, proyectando en tiempo real su mirada sobre el escenario y su banda.

Visualmente, cada canción tenía su color y textura: el rojo intenso de The Diner, el azul oceánico de Ilomilo, el verde eléctrico de Guess. En esta última, Charli XCX apareció en pantallas flotantes. Algunos pensamos que la cantante británica saldría a cantar junto a Billie (spoiler: nunca pasó).

Fuente: © Michaels Mads

Más allá del despliegue técnico, emocionó la humanidad de Billie. Desde el escenario, dedicó palabras a sus fans, a sus padres, al público español que la vitoreaba: “¡Y guapa, y reina!”. Ella, a pesar de no entender nada, dijo: “No sé qué decís, pero os amo mucho. ¿Lo sentís?”. Agradeció el apoyo, habló de salud mental, trauma y política.

Un repertorio que golpeó hard and soft

El repertorio fue un viaje cuidadosamente diseñado, comenzando con la hipnótica CHIHIRO y siguió con hits de todas sus eras: Ocean Eyes, When the Party’s Over, Lovely, Happier Than Ever. Hubo espacio para baladas nuevas como Wildflower y para la energía desenfrenada de Lunch y The Diner.

Especial relevancia tuvo el aporte acústico, en el que Billie, acompañada por su hermano Finneas y sus coristas, se ubicó en el centro del escenario para presentar versiones desnudas de temas como TV o The Greatest.

Fuente: © Michaels Mads

Lo vivido en Barcelona trascendió el formato de un simple espectáculo: fue una experiencia sensorial total, capturó las emociones de una generación marcada por las canciones de Billie Eilish.

Si bien el sonido sufrió en algunos momentos por la configuración del espacio —con un escenario donde el audio rebotaba con cierta irregularidad—, la carga emocional del concierto terminó imponiéndose. Billie Eilish no solo interpretó canciones, ofreció una narrativa en vivo donde el eje principal fue la sensibilidad.

Juan Manuel Segovia
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