La música en CATALÀ està de MODA?

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Desde hace ya un tiempo, la música en catalán dejó de ser una cosa local para convertirse en un fenómeno a nivel nacional, llegando a puntos del país donde nunca antes lo había hecho. Lejos del cliché folclórico encerrado en su propio nicho, una nueva generación de artistas está demostrando que el catalán no es un género musical en sí, ni algo que solo suena en fiestas de pueblo —como se ha creído durante años—, sino que, dentro del panorama musical nacional, puede tener muchísimas formas y colores: bachata, balada, reguetón, trap, pop…

Y aun así, en el mainstream español —sobre todo visto desde Madrid—, parece que no termina de encajar.
¿Qué nos frena a escuchar sin prejuicios?

Estamos abriendo la mente

El público joven ha dejado claro que no necesita entender cada palabra para conectar. Escucha en inglés, en italiano, en francés, y ahora también en catalán. Lo que engancha no es la lengua, sino la actitud, la estética, la emoción.

En una generación queer-friendly, diversa y post-identitaria, como la que sigue y representa MADSHION, lo que importa no es de dónde vienes, sino qué estás contando y cómo lo cuentas.

La música en catalán está lista. ¿Y la industria?

A pesar de que el catalán suena más que nunca, aún no logra ocupar su espacio en el mainstream estatal. No por falta de calidad, ni de público, sino por barreras invisibles: desde los algoritmos de Spotify que no lo priorizan, hasta las listas editoriales donde rara vez aparece. En TikTok, por ejemplo, los temas virales en catalán lo tienen más difícil para escalar en un entorno dominado por el castellano o el inglés.

Y luego, Madrid como centro simbólico de la industria musical, donde muchas veces se legitima a los artistas catalanes solo cuando hacen el salto al castellano. Es un patrón que se repite: Manel, Els Amics de les Arts… cruzaron al gran público cuando pasaron por ese filtro. Pero ahora algo está cambiando.

The Tyets reventaron con «Coti x Coti», Julieta, con «LOKURA», demuestra que se puede petar sin traducirse. Hay hambre de sonidos distintos, y la gente responde. Entonces, ¿por qué parece que la industria aún no lo ve?

Aquí entra un punto delicado: la política. La música en catalán, aunque no siempre lo busque, acaba siendo leída como una posición ideológica. No porque lo diga la canción, sino porque lo dice el contexto. No se trata de hacer militancia en cada canción. Pero si el idioma incomoda, entonces cantar en catalán ya es, en sí, una forma de resistencia. Y por eso no se va a dejar de hacer.

Si te pica, te rascas

Podemos decirlo sin rodeos: sí, la música en catalán está de moda. Desde hace ya varios años, viene ganando una fuerza a nivel nacional que antes parecía impensable. Pero a veces, el problema aparece cuando esta expresión cultural se convierte —sin quererlo— en un arma política, usada para desacreditar ciertas ideologías o movimientos sociales.

La música en catalán no nace con intención de confrontar, pero como ocurre con la existencia visible de las personas LGTBIQ+ o de las comunidades racializadas en el sector, el simple hecho de estar, de sonar, de ocupar espacio, ya es un acto político. No porque busque el conflicto, sino porque aún hay quien se incomoda con esa presencia.

Y si existir ya es una forma de reivindicar, entonces seguiremos sonando, creando y compartiendo, hasta que la música en catalán deje de verse como algo ajeno o ideológico, y se escuche, simplemente, como lo que es: arte y música.

Juan Manuel Segovia
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