Durante las últimas semanas el nombre de Essena O’Neill ha estado en todas partes. Para todos los que no tuvierais ni idea de quién es, se trata de una joven de tan sólo 18 años que amasaba la friolera de 500.000 seguidores en Instagram, además del multitudinario seguimiento en otras redes sociales, como YouTube, donde sus vídeos contaban con 100.000 reproducciones, o Twitter.
Sin duda, hablamos de cifras muy altas, pero ¿por qué su nombre resuena tantísimo últimamente?
Porque, pese a llevar una vida aparentemente idílica, se vino abajo. Como tantas veces nos lo han demostrado celebrities de más renombre mundial, nada es lo que parece. Y muchísimo menos la felicidad que nos venden por redes sociales es tan perfecta como nos hacen creer.
Essena, tras borrar de golpe y porrazo la cifra de 2.000 fotografías en su Instagram, que posteriormente cerró, modificar textos de fotos y crear una nueva web desde la cual comunicarse con sus seguidores de una manera más real, subió un vídeo en el que confesaba haberse convertido en una adicta a la aprobación social, además de considerar haber malgastado su adolescencia en las redes sociales.
La australiana comentaba, notablemente emocionada, la presión que suponía para ella subir la foto “perfecta” para recibir la mayor cantidad de feed back posible. Esa vida que ella colgaba era una mentira, una sucesión de poses y de marcas de ropa que le pagaban por lucir sus productos.
Pero, ¿no resulta curioso que esta blogger reciba ahora más atención mundial de la que disfrutaba antes? Aparentemente, ni la propia Essena esperaba tanta repercusión con su historia.
Las reacciones no se han hecho esperar, y quiero centrar la atención especial en la respuesta de Randa y Nina Nelson, conocidas de Essena, que mediante un vídeo en YouTube denuncian las intenciones publicitarias detrás del arrebato “sincero” de nuestra protagonista.
La verdadera pregunta es, ¿es Essena una heroína o un fraude?