Anier en Copérnico: Duskdown en carne viva

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Anier presentó Duskdown en la Sala Copérnico de Madrid con un directo honesto y cargado de matices. No fue una noche de artificios, sino de emociones que iban de lo íntimo a lo explosivo.

Un viaje con curvas

Arrancó con LejosNo lo sé y Quiebra, abriendo un espacio de confesiones con bases densas y atmósferas filtradas por autotune. En medio del set, con piezas como Oasis o Hiroshima, la sala se recogió en un tono más vulnerable. Y el tramo final, con Shock CuerdoCarneza y Ruido, liberó toda la energía contenida: coros, saltos y esa descarga compartida que solo existe en un directo.

El plus de la banda

La batería y la guitarra dieron un peso extra al concierto. Los temas no se limitaron a sonar como en el disco: se transformaron en algo más crudo, con momentos donde lo digital y lo orgánico se chocaban y se potenciaban. Esa mezcla convirtió el set en un terreno vivo, cambiante, que se sentía único de esa noche.

Un momento de transición

Más que encasillarse, Anier se mostró en plena búsqueda, probando recursos nuevos y encontrando maneras distintas de conectar. El público lo entendió y lo acompañó, sin necesidad de etiquetas ni discursos cerrados.

En Copérnico, Duskdown no fue solo un proyecto en directo, fue un retrato de una artista que se atreve a mostrar todas sus contradicciones en el escenario.

Michaels Mads
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