RTVE: coherente en Eurovisión, contradictoria en Benidorm Fest

Featured image for “RTVE: coherente en Eurovisión, contradictoria en Benidorm Fest”

La retirada de RTVE del Eurovision Song Contest ha sido una de las decisiones culturales más relevantes —y más incómodas— que ha tomado una televisión pública europea en los últimos años.

No fue una decisión fácil.

No fue una decisión rentable.

Y, desde luego, no fue una decisión neutral.

Y precisamente por eso merece ser reconocida.

RTVE entendió algo que muchas instituciones siguen evitando: que permanecer en silencio dentro de ciertos marcos no equivale a neutralidad, sino a normalización. Y que cuando un evento cultural global se convierte en un escaparate atravesado por una crisis humanitaria de primer orden, retirarse puede ser la única forma honesta de no participar del relato.

Ahí, RTVE hizo lo que tocaba.

El problema no es Eurovisión.

El problema empieza después.

Cuando salir es coherente

Eurovisión se rige por las normas de la Unión Europea de Radiodifusión (UER). Un marco que prohíbe mensajes políticos explícitos y que, históricamente, ha defendido el concurso como un espacio “apolítico”.

RTVE no podía cambiar esas reglas.

Tampoco podía condicionar la participación de otros países.

Pero sí podía decidir no seguir formando parte de un ecosistema donde esa neutralidad era cada vez más cuestionada desde la sociedad civil, la comunidad artística y una parte importante de la audiencia.

Salir de Eurovisión no fue un gesto performativo: fue asumir un coste. Audiencia, visibilidad internacional, peso dentro del concurso. Todo eso se pierde.

Por eso la decisión tiene valor.

Benidorm Fest: aquí sí hay margen de decisión

Y precisamente por eso resulta imposible no mirar hacia Benidorm Fest.

Benidorm Fest no está regulado por la UER.

No responde a un marco internacional rígido.

Es un evento creado, financiado y gestionado por RTVE.

Aquí no hay excusas técnicas.

Aquí hay decisiones estratégicas.

Y una de ellas es la alianza con Spotify.

Spotify no es un patrocinador menor ni accidental. Forma parte del engranaje del festival: playlists oficiales, visibilidad prioritaria de las canciones, premios vinculados a sus estudios y un relato claro de proyección internacional apoyado en la plataforma.

Todo eso es legítimo.

Pero no es neutral.

Spotify no es “solo música” en 2025

Aquí conviene ser extremadamente precisos.

Spotify:

  • Opera comercialmente en Israel.
  • Forma parte del mercado cultural y económico del país.
  • Ha sido señalada públicamente por artistas y colectivos que han optado por retirar o limitar su música en protesta por el papel de la industria cultural en el contexto del conflicto en Gaza.
  • Está inmersa en un debate ético global sobre la relación entre cultura, plataformas privadas y responsabilidad política.

Nada de esto convierte a Spotify en culpable de crímenes, ni implica que RTVE “apoye” políticas concretas por colaborar con ella. Eso sería falso y jurídicamente insostenible.

Pero sí convierte a Spotify en un actor controvertido, y ese contexto no es ajeno a RTVE.

La incoherencia no está en el gesto, sino en el relato

RTVE ha defendido su salida de Eurovisión apelando a valores, responsabilidad y coherencia institucional. Y ese argumento es sólido.

Lo que falla es aplicar esos valores de forma selectiva.

Porque mientras RTVE decide no participar en un evento internacional por razones éticas, refuerza en paralelo un festival propio asociado a una plataforma privada que está en el centro de la controversia cultural y política actual.

No hay reflexión pública.

No hay explicación.

No hay matices.

Simplemente se actúa como si una cosa no tuviera nada que ver con la otra.

Y ahí es donde aparece la hipocresía.

No es “o todo o nada”. Es coherencia mínima

Este texto no exige que RTVE rompa con Spotify.

Ni que Benidorm Fest se convierta en un manifiesto político.

Ni que una televisión pública adopte una postura militante explícita.

Lo que se exige es coherencia discursiva.

Si RTVE considera que permanecer en Eurovisión ya no era compatible con sus valores, debería ser capaz de explicar por qué ciertas alianzas industriales sí lo son.

Si la neutralidad dejó de ser suficiente en un contexto, no puede reaparecer mágicamente en otro.

Porque entonces ya no es neutralidad.

Es gestión de imagen.

Aplaudir una decisión no implica cerrar los ojos

RTVE merece reconocimiento por su retirada de Eurovisión. Fue una decisión incómoda, costosa y políticamente sensible. No todas las televisiones públicas han estado dispuestas a asumir ese precio.

Pero precisamente por eso, se le puede exigir más.

Una televisión pública no solo comunica contenidos. Construye relato cultural. Decide qué plataformas legitima, qué modelos de industria impulsa y qué silencios considera aceptables.

Ser pro-Palestina no es solo salir de un escenario internacional.

También es revisar con quién se construye el siguiente.

Y ahí, RTVE todavía tiene preguntas pendientes.

Michaels Mads
Compartir:

Sigue leyendo...