¿El amor está de moda o o solo reciclamos recuerdos?

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Hay días en los que la música parece hablar más de nosotros que del propio artista. El pasado jueves salieron dos lanzamientos que sin ser conscientes de ello funcionan de la mano. “La Tumba de los Goofies” de Glory y “Enamorau” de Clutchill. Dos temas que definen el amor con vértigo e incertidumbre.

«La Tumba de los Goofies» de GLORYSIXVAIN

El amor no siempre es suave. A veces es una invitación peligrosa. Es estar dispuesto a meterte en una guerra sin chaleco antibalas. Una prueba de fuego que solo sirve si los dos son capaces de aceptar el riesgo. Y amar desde él. Desde la intensidad y el descontrol.

De eso trata «La Tumba de los Goofies», donde Glory afirma que sería capaz de comprar una glock por ella. La pistola aparece como un símbolo ambivalente. La reciprocidad no se mide en calma sino en vértigo. El amor solo se siente real cuando roza el peligro. Como si necesitáramos de una descarga eléctrica para creer que lo que hay es verdad.

El amor es el detonador, la química el detonante y lo que pasa después algo inevitable

Tras esa euforia llega el golpe de realidad. La ansiedad después de la adrenalina. Vomitar por la ventana del coche. La presión acumulada. Mil demonios encima de él y de ella. Ese estado en el que el cuerpo va por delante de la cabeza. Estar enamorado se convierte en una carrera en la que nadie sabe quién persigue a quién. Porque la impulsividad exige que ambos estén a la misma altura. Aunque eso signifique hundirse juntos. Se trata de un amor que quiere salvar pero se hunde en su propio exceso.

«Enamorau» de CLUTCHILL

Si Glory quiere sentirlo todo, Clutchill tiene miedo de no sentir nada nuevo. O solo sentir versiones de un mismo recuerdo. Enamorau es el después. Después del amor. Después de la euforia. La confusión después de la ruptura. Incluso cuando ya no queda amor, la nostalgia es capaz de doler más que cualquier disparo. Por eso marca las paredes “a cuchilladas como un preso”. No es violencia (que también). Es la desesperación ante un dolor invisible que desea materializar. El recuerdo se distorsiona y Clutchill queda atrapado en la memoria. No por ese amor sino por la ausencia y el recuerdo. Sin saber distinguirlos.

La nostalgia es el motor de ambas narrativas

En “La Tumba de los Goofies”, la nostalgia aparece disfrazada de la necesidad de sentirlo todo rápido, fuerte, extremo. Glory usa la adrenalina para espantar la nostalgia. En “Enamorau”, Clutchill se hunde en la nostalgia porque ya no queda adrenalina. No huye del pasado queda atrapado en él. Intenta agarrar un recuerdo que se le escapa entre sus dedos. Ambos temas hablan del mismo miedo. Un futuro en repetición donde solo existan versiones de emociones ya vividas. El miedo a no amar y a no ser tocados por algo real. Ambos artistas hablan del amor desde diferentes ángulos pero desde el amor. Uno intenso, torpe y cicatrizante.

Recordamos tanto porque seguimos queriendo aprender a amar bien (aunque no sepamos)

Somos una generación que se ha vuelto experta en disfrazar las emociones pero que en el fondo sigue buscando lo mismo. Un motivo que no se sienta en piloto automático. En un mundo saturado de estímulos, el verdadero riesgo no es enamorarse. Es la sensación de que nada nos sorprenda ni nos mueva. No le tememos al dolor. Tememos la repetición del dolor. Amar da miedo pero no amar lo da todavía más.

Amamos hacia adelante pero sentimos hacia atrás. Queremos aprender a amar bien. Aunque no sepamos. Aunque lo hagamos a nuestra manera. Amar y recordar se confunden. Deseamos sentirlo todo antes de que se nos escape. Recordamos tanto porque de algún modo seguimos buscándole un sentido al caos. No sabemos si lo que nos emociona es el presente o la nostalgia respirándonos en la nuca. Nos preguntamos si aquello que sentimos es real o solo la repetición de la primera vez que aprendimos a amar.

El amor no está de moda. Siempre ha sido la droga dura.

Las canciones ya no solo buscan presumir el amor sino entenderlo. Contarlo como es no como debería ser.
Aina Martín Merino
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