
Durante décadas, el trabajo de un A&R (Artists & Repertoire) en una discográfica consistía en detectar nuevos talentos antes que nadie. Eran figuras que recorrían salas de conciertos, recibían maquetas y apostaban por artistas que aún no tenían números ni visibilidad. Su olfato definía carreras: de sus decisiones dependía qué voz se convertía en mainstream y qué grupo se quedaba en el underground.
Ese modelo sigue existiendo, pero con menos poder que nunca. Hoy el filtro no es el oído de un cazatalentos, sino el algoritmo. La plataforma que lo ha cambiado todo es TikTok, donde un sonido viral puede equivaler a la validación que antes solo daban meses de giras o un fichaje en una discográfica. Los sellos y festivales ya no miran tanto el recorrido artístico como la capacidad de un artista para generar clips, retos y engagement en la red social.
TikTok como laboratorio de hits
El cambio es radical. Según datos recientes, el 84 % de las canciones que han entrado al Global 200 de Billboard tuvieron su primer empuje en TikTok. Esto significa que la mayoría de los hits globales de 2024 y 2025 no nacieron en la radio ni en las playlists editoriales, sino en el scroll infinito. Además, los usuarios de TikTok han demostrado ser un público más activo: compran más música, asisten a más conciertos y consumen más merchandising que el oyente promedio. Para las discográficas, esos números son una mina de oro.
Pero más allá de las cifras, lo importante es la lógica que se ha instalado. TikTok funciona como un laboratorio constante donde se prueban melodías, fragmentos de canciones y hasta estilos visuales. Una línea vocal de quince segundos puede definir el destino de un artista mucho más que un EP completo. El mercado ya no espera a ver cómo evoluciona un proyecto: si funciona en TikTok, se ficha; si no, se descarta.
Nuevas estrellas nacidas en el feed
Los ejemplos recientes son reveladores. Sombr, artista neoyorquino, pasó de debutar en la plataforma a presentar un álbum de glam-pop que ya circula por los medios más serios, aunque con la presión de demostrar que puede sostener un hype digital. Eli, con estética Y2K y temas virales como Marianne, consiguió fichar por el sello de Mark Ronson tras conquistar a millones de usuarios con una propuesta que mezcla nostalgia pop y cultura de internet.
Desde México, Macario Martínez es la prueba de que un viral puede cambiar vidas: de barrer calles pasó a firmar con Sony gracias a la balada Sueña Lindo, Corazón, que reventó TikTok y le abrió la puerta a giras y estudios de grabación. Y Cafuné, con Tek It, lograron billones de streams a partir de un edit viral en clave anime, aunque después sufrieron lo efímero del algoritmo: su éxito fue tan rápido como su caída en la visibilidad, obligándoles a replantearse el rumbo de su carrera.
La cara B del fenómeno
El ascenso meteórico que ofrece TikTok también tiene consecuencias. La industria cada vez mide más el valor de un artista por su capacidad de generar virales y no tanto por su propuesta musical. Esto puede traducirse en carreras frágiles, donde un solo hit define el futuro inmediato y la presión de mantener la atención del algoritmo sustituye al desarrollo artístico a largo plazo. Muchos artistas pasan de ser promesas a “one hit wonders” en cuestión de meses.
Además, la dependencia del algoritmo puede condicionar la identidad creativa. Si un artista no sube contenido constante, corre el riesgo de desaparecer del feed. Y si un tema no conecta en segundos, queda enterrado bajo miles de sonidos. Esta dinámica impone un ritmo vertiginoso en el que las canciones se consumen como clips, lo que a menudo genera frustración tanto en los músicos como en las audiencias que buscan proyectos con mayor profundidad.
Qué significa esto para el futuro de la música
TikTok ha democratizado el acceso: cualquiera puede llamar la atención de millones de personas sin necesidad de contactos, managers o campañas de marketing millonarias. Esa apertura ha permitido que artistas de entornos muy distintos puedan romper barreras y firmar contratos discográficos desde su habitación. El lado positivo es evidente: la creatividad encuentra un espacio donde el público decide qué merece atención, y no un despacho cerrado de una discográfica.
Sin embargo, la viralidad no equivale a estabilidad. El futuro de un proyecto no se puede sostener únicamente en métricas de quince segundos. TikTok es un catalizador, no un sustituto del talento ni de la construcción artística a largo plazo. La verdadera diferencia entre un hit pasajero y una carrera sólida está en cómo un artista transforma un momento viral en comunidad, narrativa y constancia. En 2025, los A&R han mutado en algoritmos, pero el instinto humano sigue siendo insustituible.
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